viernes, 27 de febrero de 2009

9.1 Zona NorEste

.
.













El gran espacio comprendido entre la carretera de Zaragoza y el camino de las huertas de Madre de Dios, ocupado en las inmediaciones al casco urbano por el ensanche pobre que hemos visto en 6.2 y balizado a continuación por los grupos de viviendas que hemos visto en 6.4, constituye el grueso de este epígrafe.
El eje que va a vertebrar todo ese enorme solar es la actual calle San Millán que al proyectarse con una generosa anchura como si quisiera constituirse en una nueva Gran Vía de la zona, sirve como referencia y límite ya que no como lugar de representación. Esta gran avenida se construyó como ciudad de calles y casas sólo en su tramo inicial, pues como puede verse en la foto de 1984, el paquete último fue edificado según el Plan Parcial Tacón de Madre de Dios, que se verá en el volumen dos de esta obra.
La calle Madre de Dios se construyó fragmentariamente como fachada Norte de la ciudad y así ha sido hasta los desarrollos urbanísticos más próximos.
Una operación singular de especulación inmobiliaria fue la construcción de la extraña y peatonal Avenida de la Constitución en los terrenos de la huerta de la Enseñanza. Con ella y su pequeña prolongación de viviendas públicas abrimos este epígrafe.


martes, 24 de febrero de 2009

9.2 De Lobete a Vara de Rey

.
.





La calle Villamediana no llegó a ser ni ensanche ni parte del nuevo escenario de representación urbana, así que la vemos finalmente aquí cerrando la ciudad burguesa y abriendo ese periodo de compleción urbana que tiene en este sector un par de grandes operaciones especulativas derivadas de dos traslados industriales: La Estambrera y calzados Fernández.
Además de esos dos espléndidos ejemplos de lo que la cultura tardosocialista denominó “pelotazos urbanísticos”, quizás lo más interesante de esta zona sea el contrapunto que nos ofrecen los dos equipamientos de la vieja ciudad que aún la vertebran y la inanidad de los nuevos equipamientos sobre la manzana de la Alhondiga que la desintegran.
La convulsión que va a sufrir todo este sector de la ciudad con la desaparición de las dos estaciones mediante la operación del soterramiento del ferrocarril (no sé si se podrá llamar aún pelotazo público) hacen mucho más interesante su pormenorizada descripción y análisis.

viernes, 20 de febrero de 2009

9.3 Zona Sur, de Vara de Rey a Chile

.
.











La tercera gran zona con la que se va completando la ciudad de calles y casas tiene como límites urbanos la calle Vara de Rey por el Este (5.5); el ensanche pobre al sur de la vía (6.1) y la propia Gran Vía (7.2), al norte; el plan Chile (8.2), al oeste; y la vía del tren por el sur. La cantidad de viviendas que se promueven durante el corto periodo de dos décadas, le confieren una alta densidad y un aire de masificación que la descuidada arquitectura acentúan todavía más.
Lejos de servir de referencia arquitectónica, el Colegio de los Jesuitas se va hundiendo poco a poco con su endeble arquitectura de corte fabril entre unas promociones inmobiliarias con las que van rentabilizando su estupendo solar.
La urbanización de la calle Duques de Nájera y el desorden tipológico de sus edificios la acaban por convertir en un cinturón de ronda, mientras que el acceso directo a la autopista de la calle Chile hace de este eje la nueva salida sur con una arquitectura que dista bastante del modelo original de Vara de Rey. Pero eso lo veremos ya en el siguiente epígrafe.

jueves, 19 de febrero de 2009

9.4 Zona Oeste, de Chile a Berceo

.
.





El arco SurOeste de Logroño ofrecía un vasto espacio para la extensión y compleción de las calles del ensanche pobre y de las calles iniciadas como zonas suburbiales junto a las industrias del sur de la vía o los grandes equipamientos decimonónicos. El parcelario expresa de un modo bastante elocuente todo este proceso.
La densidad y las alturas se disparan en muchas de esas calles, hasta llegar a convertirlas en auténticos callejones, mientras que en otras se consigue mantenerlas dentro de los límites de un baja más cuatro algo más blando.
La arquitectura oscila entre la acumulación masiva y ciertos experimentalismos postmodernos que han quedado en evidencia al poco de construirse, hasta el punto de que no se mejora nada cuando la escala de las casas en relación con las calles parece hacerse más humana.
La trinchera del ferrocarril parecía un límite difícil de superar, así que la ciudad de calles y casas sólo llega hasta ella merced a las grandes avenidas (Murrieta, Vara de Rey, República Argentina) necesitando del impulso de una promoción más intensa o por paquetes (planes parciales) para acabar de llenar el arco interior a la vía y superarla; experiencias que se inician con Río Cava I y II que, como venimos diciendo, se verán en el segundo volumen de esta obra

miércoles, 18 de febrero de 2009

CAP 10: LOS EQUIPAMIENTOS RESIDUALES

.

.









No ha sido fácil dar con un nombre apropiado para este capítulo. De entre los dos que he estado barajando durante los dos años de redacción de esta guía, el primero de ellos, “los equipamientos basura” me parecía demasiado duro; y el segundo, “los equipamientos servicios” algo confuso, porque a lo que en realidad quería aludir con la palabra servicios es a la de “váteres”.
La “ciudad de calles y casas”, subtítulo de este primer volumen de la guía, marca una línea divisoria bastante clara con la ciudad suburbana y la ciudad por paquetes, título destinado al segundo volumen. Pero la continuidad de la trama de calles que se da en esta guía entre la arquitectura medieval, la arquitectura burguesa y la arquitectura de promoción, posee un corte o cesura interior en el cambio que se operó en la arquitectura de los equipamientos hacia el final de la dictadura franquista.
El desarrollo industrial y urbano que experimentó este país en general y Logroño en particular en la década de los sesenta, relanzó la promoción de viviendas y produjo un notable déficit de equipamientos. Los incipientes movimientos asociativos ciudadanos que ocupaban por entonces el espacio de los prohibidos partidos políticos, hicieron bandera de la reivindicación de más y mejores equipamientos para los barrios; a los urbanistas respondieron inventando los famosos “estándares urbanísticos”. Visto todo ello desde la perspectiva que ofrece ahora la ciudad, puede decirse sin riesgo a equivocarse que fue en esa década cuando los equipamientos dejaron de ser hitos urbanos para convertirse en un problema cuantificable. Pensando en los metros cuadrados construidos, a los autores de los equipamientos de finales del XX se les olvidó que por encima de su uso, los equipamientos son, sobre todo la arquitectura más significativa de la ciudad. Dejaron de estar de estar en las fachadas o en las plazas y ocuparon el lugar de los báteres, y de ahí los dos nombres despectivos con que los quería bautizar aquí para dejar claro este cambio trascendental en la forma de hacer ciudad.
El desinterés, desacierto o despiste de los arquitectos locales por la arquitectura de algunos de los primeros equipamientos de finales de los sesenta y principios de los setenta se agravó si cabe con los últimos estertores del estado centralista que concentró en Madrid la producción de escuelas y centros sanitarios.
Para relanzar o agilizar la producción de escuelas, el Ministerio de Educación y Ciencia creó en 1977 unos “proyectos tipo·” de Centros de EGB y BUP según las unidades de aulas (6, 8, 16 o 24), que los arquitectos funcionarios de provincias tenían tan solo que adaptar a los solares con un “proyecto complementario”. Es curioso que los nombres de los cuatro arquitectos que firmaron los proyectos tipos del MEC no figuren en ninguno de los documentos y carpetas de tales proyectos, y que tan sólo se sepa de su existencia por los garabatos ilegibles con que firmaron los planos. A los centros de EGB y BUP siguieron las unidades de preescolar adjuntas con el mismo esquema organizativo por lo que a la arquitectura se refiere.
La reforma sanitaria que puso en marcha los llamados Centros de Salud no operó de la misma manera, y los proyectos de ejecución que vinieron de Madrid fueron específicos para cada solar, pero el interés o preparación de los arquitectos allí designados quedan bien patentes con esas dos o tres insignes piezas de la arquitectura sanitaria logroñesa que pueden contemplarse en la calle San Millán (10 01), la calle Rodríguez Paterna (2.4 02) y la calle Gonzalo de Berceo (10 06).
Pudiera parecer que la postmodernidad que llegó en los ochenta por el influjo de Bofill, Graves, Johnson etc, iba a mejorar el problema con sus frontoncitos, simetrías y clasicismos vacuos recuperados, pero lejos de ello, contribuyó aún más si cabe, al ridículo urbano de los equipamientos públicos de bajo presupuesto y limitaciones de edificabilidad. Es así como cabe entender el centro de día del INSERSO (10 01), la Guardería Carrusel (10 03) o, sobre todo, el edificio de la CRUZ ROJA (10 06).
La comparación con cualquier equipamiento de comienzos de siglo es francamente ofensiva: la dignidad de las escuelitas de Fermín Alamo, la contundencia de instituciones como la Beneficencia, el Hospital Militar, el Instituto, la Escuela de Artes y Oficios etc, e incluso la pretenciosidad de algunos equipamientos franquistas como el Colegio Madrid Manila o la Escuela de Magisterio, dejan bien clara la diferencia entre ambas formas de hacer ciudad.
Caso aparte es el de las iglesias. Al carácter monumental de sus espacios interiores y portadas en el casco antiguo le sucedió una época incierta en la que su implantación en las parcelas de las avenidas y ensanches burgueses nunca fue del todo convincente. Tanto es así que unas cuantas han caído ya. Aún así, lo peor estaba por venir cuando la escasez de recursos y la modernidad arquitectónica empezaron a meterlas en plantas bajas como si fueran almacenes de ultramarinos. No cabe aquí un análisis más detallado del caso, pero si tengo oportunidad me gustaría volver en los futuros LHDs al tema de las “Casas de Dios” que ya inicié en LR 10jn06, y al que el arquitecto y sacerdote Gerardo Cuadra contestó en LR 4nov00.
Para concluir el patético panorama de los equipamientos urbanos de la ciudad de finales del siglo XX no estará de menos dejar la advertencia de esos otros dos o tres grandes peligros que ya se ciernen sobre ellos: el de las estrellas de arquitectura, los concursos influidos por ellas y los aspirantes provincianos al estrellato. Y es que la peor forma que cabe imaginar para sacar a los equipamientos de los espacios residuales a que los condenaron los famosos estándares urbanísticos y el hundimiento de la arquitectura moderna es convertirlos en fuegos de artificio.